martes, 7 de junio de 2011

Un grito silencioso


Silencioso. Imponente. Impredecible. Ahogado. Así fue el grito de la Madre Tierra el domingo pasado.

martes, 31 de mayo de 2011

"Me cortaron las piernas"


Encontré, entre todas esas páginas que escribo desde 2008, algo simpático del abuelo Pepe. Fue una noche que fuimos varios a comer y estaba muy gracioso.


“¿Es Maradona el que decía, me cortaron las piernas? ¿Por qué lo decía? Ah, bueno, a mí, ayer me cortaron las piernas porque nadie me llevó a ver el partido de polo en Hurlingham. Si hubiera tenido el registro que me sacaron hace unos años, hubiera podido ir”. Parece que el tipo fue hace unos años a renovar su registro y esa vez se lo dieron por seis meses y le dijeron “no vuelva más”. Y él, con su picardía típica, mientras se lo estaban entregando, le dice a esa señora: “Puede ser que usted, dentro de seis meses, esté de vacaciones…” Y la señora, ofuscada, se lo sacó definitivamente. “¡Me quedaban tres días antes de que se me venciera! ¡Me sacó 3 días de manejo legal! Y, además, tuve que volver manejando sin registro!”. Se ríe cuando se acuerda de él mismo tironeando el cuadradito de plástico con la señora que estaba del otro lado del mostrador. Se ríe tanto, que le saltan lágrimas y dice: “¡Esta risa hace bien para la digestión!”.

En un momento, mientras todos hablábamos, los vemos a los abuelos silenciosos. No es que estuvieran callados, pero se estaban riendo tanto los dos, que no podían hablar. Y otra vez lloraban de risa. “¡Es que hace dos horas que le estoy tratando de decir algo y no me escucha! Tiene el aparatito mal puesto”, comenta la abuela y él acota que no escucha nada y que Jero habla tan rápido, que se pierde. Entonces, nos sumamos al chiste de hablarle rápido y de hablar con las manos…Pepe, risueño, sigue descontrolado de la risa.

Fue una linda noche, la de anoche.

lunes, 30 de mayo de 2011

Un 26 de julio (de 2010)


Tiene una espalda bien angosta y unas patas flacas y cortitas. Ella, toda vestida de rosa, como si fuera un chicle, va parada sobre el regazo de su papá, mientras él maneja. A través de su flequillo sin forma que no logra cubrirle sus ojos inmensos, va mirando la caída del sol y de tanto en tanto, y en su propio idioma, dice que vio una perdiz. Y cuando no habla, es lindo verla contemplar el paisaje y señalar los pájaros. Porque a pesar de que vive desde hace dos años en el campo, se sigue sorprendiendo con un atardecer y con la salida de la luna. Se ríe y mira para atrás, donde está su mamá y su hermana más chiquita que todavía no logra entender por qué llora cuando tiene hambre. Se llama Juana. Y tiene los dientes chiquititos.

viernes, 27 de mayo de 2011

Antes de la tormenta


Primero se cubrió el cielo. Al segundo se volvió todo tan silencioso, que dio un poco de miedo. Se empezó a sentir más fuerte el olor a tierra. Como si eso anticipara su caida al cielo. Y todo se volvió más verde. Mucho más verde. Debe haber sido por el contraste del gris furioso con la soja y la tierra que levantó el camión que pasó a toda velocidad y a lo lejos. Metía miedo. A los pocos minutos, apareció una bandada de pájaros de no sé qué lugar y al segundo, se levantó un viento que parecía como si fuera a levantar de raíz a todos los árboles del lugar. Y, sin avisar demasiado, empezó a llover bien fuerte. Bien, bien fuerte. Fue de esas lluvias que ni vale la pena correr porque uno sabe que se va a mojar de todas formas. Me encantan las tormentas de verano porque tienen esos colores que les muestro.

jueves, 26 de mayo de 2011

Del otro lado del mundo


Tenía ganas de mostrarles otra imagen que vi en uno de mis viajes. Fue camino a Tailandia donde la vi y me dieron muchas ganas de ser mosquito (¡y de hablar hindú!) para poder escuchar el diálogo entre esas dos personas. Era en el aeropuerto de Dubai, donde había un millón de personas de diferente color, de formas de vestir. Escuché francés, brasileño, inglés, italiano y unos cuantos dialectos más que nunca supe bien de donde eran. Lo único que teníamos en común todos los que estábamos ahí era que estábamos esperando para irnos a otro lugar. Y que todos parecíamos tener un sueño padre porque eran algo así como las 3 de la mañana y veníamos de cruzar -al menos en mi caso- varios mares para llegar a un continente distinto.

Y en medio de mi somnoliencia y buscando la postura más cómoda para aguantar las cuatro horas que me faltaban para subir al avión a Bangkok, miré al costado y los vi a ellos dos. Para comérselos con cucharita, eran los dos personajes... (la de la foto de arriba no es la chiquita que vi pero era de la misma edad. Es su versión thai).


En la Puerta 30 de este lugar que tantas veces llaman “no lugar” de Arabia, un padre que parece indio con su hijita que no debe tener más de 6 años, esperan la llegada del avión. Seguramente los lleve a su casa y él parece cansado. Ella, la de saquito blanco que le traspasa las rodillas y de medias cancan del mismo color, juega con un osito e intenta leer una etiqueta. Se nota que recién está aprendiendo a leer y él, con sus anteojos con borde rosa, la corrige. O la ayuda a que termine la oración. Se deben estar yendo a Mumbai. Leí que hay vuelos que salen para allá en algunas horas, desde acá, desde Dubai. Por un rato la deja sola con la tranquilidad de que nadie se la va a llevar. Ni a ella ni a sus valijas. Eso no pasa donde yo vivo.

martes, 24 de mayo de 2011

Sobre dos ruedas




Les dejo el link de la nota que salió publicada en febrero pasado en la revista Nueva, de un viaje en moto que hicimos con mi novio y una pareja de amigos por el sur de la Argentina y Chile. ¡Increíble!

"Trece días y 2500 kilómetros. Cuatro personas y un viaje sobre dos ruedas por la Patagonia argentina y la chilena. Una travesía imperdible para gente con ganas de vivir una buena aventura".

http://www.revistanueva.com.ar/numeros/01024/nota/4

La oveja negra del rebaño

Para seguir lo que empecé hace un tiempo...



Retomo lo que dejé en el tintero hace más de un año...Seguramente porque estoy encontrando, un poco por demás, estos baches de tiempo entre trabajo y trabajo que me dan espacio para empezar a crear. Buenas tardes a todos. Soy Vicky. Todavía no entiendo demasiado sobre esto de escribir blogs, pero acabo de encontrar la mejor excusa para escribir durante mis ratos libres, mostrarles algunas de mis fotos y compartir un poco acerca de mí.

No tengo mucho para decir hoy. El cielo está gris. Muy gris. Llueve, hace frío, y mis malvones se están mojando por demás (no sabía que hoy iba a llover y les pegué una regada fuerte por el cargo de conciencia que me da dejarlos los fines de semana sin agua). Es muy loco cómo me encariñé con esas plantitas que tengo en el balcón que dá a la calle Seguí. Siempre pienso que debe ser porque no tengo ni hijos ni marido. Como que mi instinto de madre se empezó a despertar cuando tuve a mis primeras plantitas (disculpen, sobrinos, que los adoro con todo mi corazón, pero las plantas no lloran y dejan dormir ;-) ). Tarde, pero seguro. Casi me pongo a llorar un día cuando volví de viaje y en la maceta naranja había quedado un palo flaco con dos intentos de hojas marrones que pedían auxilio y "¡un poco de agua, por favor!". Juro que ya no hago más esa maldad. Ahora, cuando me voy, las meto en una palangana con agua y las dejo en el lavadero, que entra bastante luz. Y cuando llego, suelen seguir bien verdes y con algún que otro pimpollo nuevo que me deja contenta. Es como que me hace sentir una buena madre. Jajaja, sí, madres, ríanse. Deben estar pensando: "Ojalá fuera tan simple como dejarlo un rato en una palangana con entrada de luz...". Pero, bueno, esto es lo que me toca hoy a mi. Ya les voy a contar el día que sea mamá de verdad.

Hablando de niños y de mamás, les dejo un deja vú de hace unos años, cuando viajé con Tere y Bechi a Amsterdam. Fue en el Museo Van Gogh. Fui dos veces y es uno de los museos más lindos que conocí. Que lo disfruten...

Pequeña Van Gogh

Esa tarde su mamá no tenía con quién dejarla. Entonces la llevó al Museo. Ella no tenía más de 6 años y se notaba. Con las piernas abiertas en forma de V y sentada en el piso, dejando espacio para poner en el medio las hojas que traía en su valijita, la chiquita trataba de imitar las flores violetas de un Van Gogh que, cuando pintó ese cuadro, todavía tenía dos orejas. Al costado, sus lápices de colores están simpáticamente desparramados y con poca punta. Y ella, muy concentrada, levanta la cabeza, mira el cuadro e intenta seguir emulando al maestro de los impresionistas, mientras los turistas esquivan, como pueden, su cartuchera rosa y su valijita. Quién sabe, quizás se esconda una gran artista detrás de esas manos chiquitas.