lunes, 30 de mayo de 2011

Un 26 de julio (de 2010)


Tiene una espalda bien angosta y unas patas flacas y cortitas. Ella, toda vestida de rosa, como si fuera un chicle, va parada sobre el regazo de su papá, mientras él maneja. A través de su flequillo sin forma que no logra cubrirle sus ojos inmensos, va mirando la caída del sol y de tanto en tanto, y en su propio idioma, dice que vio una perdiz. Y cuando no habla, es lindo verla contemplar el paisaje y señalar los pájaros. Porque a pesar de que vive desde hace dos años en el campo, se sigue sorprendiendo con un atardecer y con la salida de la luna. Se ríe y mira para atrás, donde está su mamá y su hermana más chiquita que todavía no logra entender por qué llora cuando tiene hambre. Se llama Juana. Y tiene los dientes chiquititos.

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